A lo largo de nuestra vida vamos conociendo y experimentando las distintas emociones. Estas son reacciones psicofisiológicas que representan diferentes modos de adaptación de la persona cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso, recuerdo… Las más comunes y las que tenemos siempre presentes son cinco: felicidad, tristeza, enfado, miedo y asco. Cada una de estas emociones tiene un papel en nosotros y se da en un porcentaje diferente, dando como resultado una parte de nuestra personalidad.

Ahora bien, ¿son las emociones buenas o malas? Muchas veces relacionamos las emociones a estos conceptos. Es muy probable que al pensar esto asociemos las emociones de tristeza, enfado, miedo y asco a emociones malas, y la felicidad como emoción buena. ¿Estamos en lo cierto?

Primero de todo vamos a ver una acepción de la definición de estos términos según la Real Academia Española:

  • Bueno/a: “De valor positivo, acorde con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza o destino”, “Útil y a propósito para algo”…
  • Malo/a: “De valor negativo, falto de las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza, función o destino”, “Que se opone a la lógica o a la moral”…

Entonces, bueno/a es un adjetivo que se utiliza para referirse a algo en lo que se reconoce un valor positivo. También se puede utilizar para una persona que actúa conforme a lo que está bien o es correcto. Por otro lado, malo/a se refiere a aquello carente de cualidades positivas, lo que va en contra de las normas o lo políticamente correcto. También se utiliza cuando una persona no tiene una buena actitud.

Estas definiciones nos hablan de las cualidades y de cómo algunas conductas pueden afectar dentro de ambientes, funciones o destinos. Las emociones no entrarían dentro de estos conceptos ya que son términos que no se han manejado de la manera correcta.

No existen las emociones “buenas o malas” ni “positivas o negativas”, sino agradables o desagradables. Esto dependerá de la relación que tengamos con la emoción. Todas las emociones son válidas y tienen una función. El problema no es lo que se siente, es la relación que existe entre lo que se siente y cómo actuamos. Es decir, la emoción en sí misma no tiene un valor positivo o negativo, debemos hablar de si nos gusta o no sentir esa emoción. Todas las emociones intervienen en nuestra vida y no es malo sentir ninguna de ellas.

Una buena salud mental no implica estar feliz todo el tiempo, es poder sentir toda la gama de emociones de forma adecuada. También implica tener recursos emocionales propios que nos ayuden a sobrellevar lo que sentimos y hacer algo ante ello. Toda la vida nos vamos a enfrentar a emociones desagradables y debemos aprender a sentirnos cómodo con ellas y manejarlas de forma correcta.

En resumen, no hay emociones negativas. Lo único negativo es que te las guardes y no las expreses. Reprimir las emociones y no atender a los mensajes que nos quieren transmitir es contraproducente. La clave es aprender a gestionarlas para que no resulten tan desagradables. Para ello, utiliza tu respiración, acepta la emoción y busca el mensaje que te quiere transmitir cualquier emoción.