La culpa es una emoción que, como todas las demás, tiene una función adaptativa. Es por esto que el sentimiento de culpa es necesario ya que nos ayuda a reconocer los errores propios y nos da una oportunidad de utilizar herramientas para repararlos. Si no sintiéramos culpa nunca estaríamos ante una patología o una incapacidad de empatizar.

 

El problema surge con la culpa desadaptativa, que sucede cuando este sentimiento está de forma constante, cuando hay un juicio hacia nosotros mismos inflexible y un castigo de forma excesiva. Cuando esto ocurre, limitamos el disfrute y nuestra capacidad de sentirnos bien. Además, el sentimiento de culpa va acompañado de distintos síntomas que dificultan poder superarlo: irritabilidad, tristeza, nerviosismo, frustración, ira…

 

La culpa desadaptativa aparece sin motivo aparente, en algunos casos como un mecanismo de defensa. Este mecanismo defensivo es un círculo vicioso que nos hace utilizar la culpa como una “tapadera” para no acceder a la emoción original que se está viviendo. Esto sucede porque la emoción sería más dolorosa en comparación al dolor de la culpa. Como ejemplo podemos mencionar el sentimiento de culpa que sienten algunos padres ante un hijo con TCA, ya que es más fácil lidiar con la culpa que con la tristeza profunda.

 

Superar la culpabilidad dependerá de la educación que hemos recibido, entre otros factores. La tolerancia hacia los errores o hechos, la capacidad de aceptación, la empatía… son factores que aprendemos en la infancia y que ayudarán a afrontar el sentimiento de culpa.

 

¿Cómo gestionar la culpabilidad?

Vamos a proponer una serie de ítems que se pueden empezar a trabajar, pero quizás sea necesario un acompañamiento profesional para trabajar toda la parte emocional y ajustar la culpa.

  1. Identifica que te provoca malestar: es importante que te preguntes “¿qué me hace sentir culpable?”. Identifica el hecho concreto y cuáles son las creencias erróneas en torno a él.
  2. Analiza la situación desde un punto de vista neutro: este ejercicio puede requerir ayuda terapéutica ya que estamos modulados por nuestras creencias y experiencias previas. No obstante, está bien intentar analizar la situación de la forma más objetiva posible.
  3. Date permiso para sentir malestar: cuando damos espacio a ese malestar nos informa sobre cosas. Para trabajar sobre la culpa tenemos que saber qué estamos sintiendo.
  4. Trata de buscar una conducta reparadora: si es necesario, habrá que transformar la culpa en responsabilidad para reparar lo sucedido, además de perdonarte por ello.

 

La culpa es una emoción muy compleja condicionada por muchos factores. En Citema trabajamos esta emoción diferenciándola del concepto de responsabilidad, más amable con nosotros mismos. La culpa lleva implícita un “debería”, frustración y bloqueo que impiden poner en marcha un cambio. La responsabilidad permite hacer una atribución más justa de causalidad que nos ayuda a gestionar las cosas de otra manera y no cometer los mismos errores.