Un momento de especial riesgo para el desarrollo de un Trastorno de la Conducta Alimentaria es la pubertad y la adolescencia, ya que se viven importantes cambios personales.

 

A los 9-11 años comienza un proceso de crecimiento rápido, que en algunos casos supone aumento de peso. Además, el cuerpo cambia: se desarrolla el pecho y las caderas se ensanchan. Estos cambios y otros resultan complicados de entender y aceptar. Se produce el cambio de cuerpo de niña a cuerpo de mujer y, en algunos casos, no se esperaba o deseaba en ese momento.

 

Junto con estas transformaciones corporales aparecen nuevos intereses y deseos. Los adolescentes prefieren pasar más tiempo con amigos y amigas y menos con las familias, quienes dejan de ser los padres más sabios y perfectos que consideraban previamente. También empiezan a cuestionarse más por lo que les rodea, el mundo, los valores de la gente cercana… Esto ocurre como forma de buscar los propios valores.

 

En definitiva, se está construyendo la identidad propia: el proceso de diferenciarse del otro, de saber quien es uno mismo, qué quiere hacer… La rapidez con la que se da esto supone que el adolescente tiene que adaptarse continuamente en relación a los demás y a sí mismo.

 

Para las chicas este proceso supone cumplir con ciertas exigencias sociales difíciles de conseguir. La mayoría de las mujeres, desde niñas, han aprendido que lo más importante es gustar a los demás, ser guapas y atractivas para despertar interés. En esta etapa surgen muchos conflictos y dudas, sobre todo, con respecto a la identidad como mujeres.

 

Les puede parecer que ser mujer es muy difícil y no es extraño que comiencen a sentir el cuerpo como algo ajeno, que prefieran no tener pechos ni menstruación, pasar desapercibidas… Es por esto, entre otras cosas, que la adolescencia es una etapa en la que con frecuencia comienzan los Trastornos Alimentarios.